sábado, 21 de noviembre de 2009

Afincar.


Siempre me ha gustado mucho el término "afincado", que se utiliza sobre todo (en una acepción, por cierto, no muy bien perfilada por la Real Academia Española de la Lengua), para referirse a personas procedentes de un lugar que residen en otro. Y me gusta porque da una agradable y equívoca sensación de terratenencia, parece aludir a alguien que tiene fincas y que, por lo tanto, está afincado: "Fulanito de Tal, dramaturgo madrileño afincado en San Petersburgo", por ejemplo. Me parece que suena bien y da un fino toque de distinción del que muy pocos andan sobrados.
Yo, si alguna vez fuera considerado escritor, me gustaría que se me aplicara dicha expresión, aunque tuviera que ser aludiendo a la ciudad del cementerio donde reposen mis restos mortales o mis cenizas. De esa forma la fuerza de la imagen que entraña esta palabra cobraría una mayor precisión, dado que sería literal que yo estaría afincado en una parcela de finca de tal o cual sitio que, si bien no me pertenecería stricto sensu, podría convenirse al menos que la ocupo.
Por eso cuando, libre de mundo, demonio y carne, ostente al fin la calidad de finado, les pediré a mis herederos (es un decir) que lo usen y abusen cuanto gusten y puedan, venga o no a cuento, que me harán muy feliz.
Javier Auserd.

3 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo. También me gusta cómo suena esa palabra. Y ademá la veo muy versátil para el metaforeo poético o hasta periodístico si me apuras.
    Un abrazote, compañero.

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  2. Vaya, he escrito "ademá" en andalú. (Oh, cuántos idiomas sabe uno, je je je)

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  3. Estimado andalú y poliglota, me alegro que te unas a mi razonamiento. Así, sin necesidad de que tú fines, tus biógrafos podrán decir de ti: "Furgo, gran cineasta afincado en Donostia, ha recibido el premio de la crítica del Festival de Venecia", por ejemplo.
    Un pedazo de abrazo.

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