sábado, 3 de abril de 2010

Ahora Cristina, 13 años. El silencio de los corderos.

No puede ser que ocurra una y otra vez y, sin embargo sigue sucediendo sistemática y macabramente. Pero no hay forma de hacerles entender a algunos políticos que legislen para endurecer las penas de estos asesinos se llame cadena perpetua o se llame como se quiera y tampoco hay forma de hacer entender a algunos periodistas pseudoprogresistas lameculos de los poderosos para que acepten la evidencia de la vergüenza de estos escándalos en lugar de insultar a los padres de las víctimas por pedir mayor dureza penitenciaria o por cambiarse a donde crean mejor para conseguir sus fines.
Pero con todo lo espeluznante y reiterado de estos salvajismos hay un aspecto que no se está tocando y considero (como supongo que también mucha gente más) elemental y evidente: la necesidad imperiosa y urgente de hacer un censo de fábricas, edificios, caserones, pozos, instalaciones abandonadas que pueden resultar verdaderos nidos de cadáveres de desaparecidos, una localización de sus dueños, una revisión de los mismos y una clausura a costa del bolsillo de sus propietarios o una condena a la cárcel por colaboración necesaria (aunque involuntaria) en los hallazgos de restos humanos asesinados que pudieran arrojar. Me parece muy importante que se haga esto y que se erradique en el futuro la posibilidad de semejantes escondites de crímenes sin resolver.
Ya que se legislan verdaderas chorradas y se modifican leyes por tonterías increíbles y absurdas (o desconocidas o disfrazadas), bien se podría modificar todo lo que hiciera falta para que los culpables, menores o adultos, familiares cercanos o lejanos, amigos o enemigos (una vez demostrada su culpabilidad con todas las garantías procesales ahora también vigentes), paguen su (o sus) asesinatos de por vida. Eso no va a resucitar a nadie, pero va a contribuir a construir una sociedad más moral y equilibrada por encima de oportunismos, meapilismos y bandazos supuestamente políticos.
Y, de paso, tampoco estaría de más que se pudieran flexibilizar determinados interrogatorios para que, sin caer en la tortura, se terminara con la consagración del derecho a mentir (verdadera barbaridad jurídica enunciada nada menos que por el actual ministro de Justicia) de los presuntos autores de estos sucesos y se consagrara el derecho de las víctimas y de sus familias a un resarcimiento justo, lógico, razonable y humano de las monstruosidades ahora vergonzosamente impunes o casi.
Si los políticos no están para trabajar por solucionar los problemas ciudadanos, ¿para qué están?
Niñas de Alcáser, Sandra, Rocío, Mari Luz, Sara, Yeremi, Amy, Marta, Cristina ... son los últimos casos o los más sonados de un desgarrador etcétera demasiado grande y escandaloso como para que sigamos tragando con tanta hipocresía políticamente correcta, domesticada y calladita. Que se callen los babosos de cualquier laya o subordinación políticoeconómica. Mientras esto no se aborde con seriedad ¿a qué familia le va tocar ser la siguiente?
Javier Auserd.

3 comentarios:

  1. La justicia debe ser fría y la presunción de inocencia la clave de su funcionamiento.
    La cadena perpetua es una salida como castigo, pero nuestra Constitución deja muy claro que la prisión no es castigo sino rehabilitación y esta no puede ser eterna. Yo estoy a favor de la prisión sin fecha de salida, eso sí.
    La regulación de que hablas depende de las comunidades autónomas y dudo que el propietario sea cómplice. Eso sería como decirle a un fabricante de ascensores que es cómplice de todas las violaciones cometidas en ellos. A un fabricante de coches de todos los accidentes... etc.
    El culpable es uno y primo, ni siquiera lleva un decimal.
    Otra cosa es hablar de nuestra justicia, y eso ya lo hemos hecho con largura.
    No sé si sabes que nuestra abogacía es despreciada incluso en el tercer mundo. Podríamos decir que es lo peor que corre por ahí.

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  2. En nuestro fuero interno, lo que todas las personas "normales" querríamos es una sociedad sin delincuencia, sin crimen, y formada por buena gente. Pero no la hay ni la ha habido. Y a mí en este tema y en tantos otros, el camino siempre me acaba llevando a la educación. Si no estamos correctamente educados, ni tenemos una buena formación cultural, ni sabemos hacer la o con un canuto, qué podemos esperar...
    Cuando a veces hablo con un cirujano, con un abogado o con un maestro de escuela y veo con horror que no tienen más luces ni sensatez que cualquier tipo sin estudios, me digo: la educación, la putísima educación.
    Ya sé que en países mejor formados que el nuestro, también se delinque, pero es que al decir educación me estoy refiriendo a un cambio progresivo del sistema de valores. Si a alguien que estudia veinte carreras, no se le enseña desde niño que esta sociedad y sus sistemas son a la larga un error, ese estudiante cuando sea abogado o cirujano o concejal o empresario, sólo será un docto palurdo más que intentará beneficiarse de las leyes en provecho propio, jodiendo al resto.
    En fin...
    Un abrazote.

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  3. Hola, Pau. Yo creo que, aunque en todas las profesiones cuecen habas, la abogacía no tiene demasiada influencia política, la judicatura sí y los jueces son una de las asignaturas pendientes que tenemos.
    Hola, Furgo. Es verdad que las luces y la sensatez y la honradez y el honor (en el buen sentido, no en el trasnochado) no las dan los estudios. Pero también es verdad lo que dices de que eso es algo que se debería enseñar (en mis tiempos se decía inculcar) en la escuela, desde pequeños. Porque así nos va y peor que nos va a ir, me temo.
    Un fuerte abrazo a ambos.

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