sábado, 22 de mayo de 2010

La caída del Gran Capital.

Uno de los grandes y graves problemas de las crisis del capitalismo que estamos empezando a vislumbrar y a sufrir es que ya no hay margen para parches socialdemócratas y mucho menos para las maniobras ultraliberales que nos impone el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y Alemania. Es decir, ya no hay remedios capitalistas para la Gran Crisis Capitalista Mundial que se nos avecina, que tenemos encima.
Y, sin embargo, las implicaciones de la Hecatombe son tan enormes que no sólo producen miedo a las clases poderosas, sino que también nos producen miedo a quienes vemos que sólo una cadena inevitable y urgente de revoluciones sectoriales continuadas podría suavizar el Desastre. En cambio, nos obligan a ir en la dirección contraria a pesar de que así llegaremos antes a la Miseria absoluta. Porque, ¿quién está dispuesto a admitir que ya que el empleo es un bien limitado tendríamos que turnarnos en los puestos de trabajo para acceder a ellos?, ¿quién está dispuesto a admitir recortes en los suministros de agua, electricidad, gas, telefonía, vivienda, alimentación y otros bienes escasos para poder conseguir al menos una parte?, ¿quién está dispuesto a reducir el acceso a Internet, a la telefonía móvil y al ocio para que el resto de personas pueda beneficiarse de esas reminiscencias de un estado del bienestar (que hace tiempo ha muerto) antes de que desaparezcan? y muchos y muchos otros detalles más.
Estoy seguro de que ahora mismo, ni el revolucionario del primer mundo más convencido, concienciado, abnegado y espartano estaría dispuesto a renunciar a muchas cosas por más que se trate de algo que tarde o temprano se nos impondrá por las buenas o por las malas, me temo que sea por las malas en el contexto además de una guerra feroz de los poderosos por acaparar ellos los últimos recursos de un planeta moribundo que ellos han matado y esquilmado sin el menor pudor ni vergüenza alguna y que, como una de sus consecuencias, nos tocará a los demás irnos muriendo con él.
Y eso será así si no lo remediamos, incluso aunque consiguiéramos remediarlo, salvo que todos estuviéramos dispuestos a rebajar muchísimo el nivel demencial de nuestras insostenibles comodidades. Ya está empezando a ser así, a manifestarse de una forma cada vez más apocalípticamente incontestable. No me gusta ser catastrofista, pero creo que catastrofista es la realidad que hemos ido consintiendo todos. Gastar y gastar sin importarnos de dónde viene, cómo se consigue y a qué coste fue muy cómodo y despreocupado, pero nos ha llevado a esto y todo lo peor que queda por venir y, sin duda, vendrá.
No se trata de que empecemos a hacer los sacrificios siempre los mismos porque eso no solo es injusto sino que también es absurdo e imposible. Tienen que empezar las administraciones e instituciones a darse cuenta, reaccionar, actuar y predicar con el ejemplo. Y, como eso no va a suceder ni el los mejores sueños, el Caos va a ser algo espantoso porque la caída del Gran Capital va a ser sobre nosotros.
Como siempre, me gustaría equivocarme e imaginar que al final se impondrá la Cordura Universal. Esperemos que no sea tan al final que ya no quede ni el continuo espacio-tiempo.
Javier Auserd.

4 comentarios:

  1. Es que una cosa son los ideales, y otra llevarlos a la práctica.

    Hay que tener el ideal muy enraizad para hacer algo, y no acomodarse y dejarse llevar.

    Un beso muy grande.

    ResponderEliminar
  2. Sí, Sak, eso es, pero nos han malacostumbrado a despilfarrar sin ton ni son y ahora nos toca pagarlo a los de siempre y además ya nada podrá volver a ser lo mismo.
    Un besote.

    ResponderEliminar
  3. Es que subir es muy fácil, pero bajar...Va a costar mucho.

    ¿Tú crees? Quizá si se pueda recuperar, ojalá que sí.

    Un besote.

    ResponderEliminar
  4. Yo también espero que sí, Sak, es solo que creo que aun saliendo habrá pretensiones que tendremos que ajustar.
    Besos.

    ResponderEliminar