Un poco de clase, por favor.

Me parece vergonzoso e impúdicamente salvaje el espectáculo de insultos y ofensas verbales que le dirigió la periodista (supuestamente progre) Mª Antonia Iglesias a Juan José Cortés, padre de la niña Mari Luz Cortés, anoche en el programa "La noria" de Telecinco. Y más vergonzoso todavía me parece que en El Plural, de Enric Sopena, se defienda hoy mismo semejante actitud.
Creo que en una democracia todo el mundo puede exponer lo que le parezca (salvo la apología del asesinato o de la violación) con educación y buenos modales, pero lo que no se debe hacer es insultar en público ni ofender a un hombre que en ningún momento la insultó ni la ofendió a ella, no como yo que después de algo así la habría dado dos bofetadas. Esa mujer no tenía ni tiene ningún derecho a hablarle así a nadie (a nadie), pero menos aún al padre de una niña asesinada. Ya está bien de lameculismos y demencias groseras y matoniles vengan de donde vengan y vayan a donde vayan, onerosas o gratuitas.
Se puede defender incluso (repito que con educación y sin insultar a nadie) la pena de muerte, que para eso se aplica todavía pena de muerte en Cuba (a la que esa polemista parece tan afín y a mí no me parece mal que lo sea), en China , en Vietnam, la Autoridad Palestina, Chile y otros regímenes considerados de izquierdas y en otros muy admirados por sus "avances democráticos" como Marruecos o Arabia Saudí, aparte de muchos estados del imperio Estados Unidos.
Juan José Cortés y los padres de otros niños asesinados no piden la pena de muerte, sino la llamada cadena perpetua o cumplimiento íntegro de las penas para determinados delitos especialmente repulsivos. Y yo estoy de acuerdo con ellos y no por eso me considero un monstruo ultraderechista con cuernos y rabo (como antes los "rojos"), ni un aznarito ni un berlusconito ni un esperancito, todo lo contrario, y si los casos son tan pocos como dicen pues mucho mejor para los asesinos y sus defensores.
Yo no sé en qué consiste la trayectoria intachablemente "democrática" que presuntamente tiene esa "señora", pero si la tenía anoche se encargó de cargársela ella solita dando un ejemplo lamentable y fascista de cómo no se debe dirigir uno a nadie, pero menos aún a una persona que te está tratando con respeto, aunque lo que diga no te guste.
Otro detalle amarillista y sucio del tema es que si yo hubiera sido el presentador del programa le habría dicho a la interfecta que pidiera disculpas por el fondo y por la forma de las burradas que vomitó públicamente y, acto seguido, la habría expulsado del plató por déspota y sinvergüenza, pero parece que no se trata de argumentar limpiamente, sino que cuanta más carnaza, mejor.
No podemos caer en estas barbaridades, no podemos perder el norte de esta manera. La dignidad colectiva y personal y el respeto a los Derechos Humanos nos lo deberían impedir. Nos digamos conservadores, derechistas, demócratas,
progresistas, socialistas, izquierdistas o simpatizantes de Durruti no tenemos ni podemos arrogarnos ningún privilegio especial ni normal ni superpoderes para insultar, ofender, descalificar y faltar al respeto a nadie que, diga lo que diga, nos ha tratado con una educación que, al parecer, no nos merecemos ni nos hemos ganado sino que más bien hemos arrojado a la basura delante de nosotros.
Cuando se pierden los papeles y encima se ensucian solo cabe, antes de retirarte, pedir disculpas al ofendido y a los espectadores (y luego irse derechito al psiquiatra de guardia), pero ya comprendo que para eso hay que tener mucha clase.
Javier Auserd.