Hace tiempo, antes incluso de este cúmulo de crisis que parece haber venido a quedarse, ya criticaba yo el reparto de responsabilidades entre toda la población: todo es culpa de todos y todos tenemos que arrimar el hombro o somos unos monstruos ultraizquierdistas o unos monstruos ultraderechistas, según convenga y según de dónde venga la novedosa idea más vieja que la tos.
Me parece una pedorrada intolerable y más publicitarlo con dinero público. Lo criticaré siempre (y siempre lo he hecho), lo utilice quien lo utilice, y no por eso me considero un centrista ni mucho menos, aunque sí un ciudadano centrado y equilibrado. Es una falacia y una ignominia pretender repartir las culpas de todo y hacer que los ciudadanos nos sintamos culpables desde de las grandes cagadas macroeconómicas o internacionales hasta de que en mi calle el ayuntamiento no recoja las basuras con la periodicidad adecuada, por ejemplo.
Me recuerda un chiste (macabro pero real como la vida misma) que circulaba en mis tiempos de administrativo que describía el decálogo de las fases por las que pasa todo proyecto que se precie, que son una cosa así:
1. Optimismo general.
2. Fase de desorientación.
3. Desconcierto general.
4. Periodo de cachondeo incontrolado.
5. Búsqueda implacable de culpables.
6. Sálvese quien pueda.
7. Castigo ejemplar a los inocentes.
8. Recuperación del optimismo perdido.
9. Terminación inexplicable del proyecto.
10. Condecoraciones y premios a los no participantes.
Déjenme ustedes con mi cabreo sin tacharme por eso de derechista, porque los derechistas son ustedes. Están volviendo a resultar unos socialdemócratas de medio pelo y última hora que utilizan, con dinero público, las tácticas ultraderechistas del hay que repartir las responsabilidades y el que se niegue o ponga mala cara es un derrotista y hay que machacarle.
Me da cien patadas el optimismo gratuito y gilipollas por muy antropomórfico que se autotitule. Y la última campaña del gobierno llena de rostros famosos (que vergüenza debería darles prestarse a esta mascarada ultraliberal) para decirnos que ENCIMA tenemos que ARREGLAR nosotros las que ha montado el Gran Capital con su corte de banqueros, especuladores, brokers y tiburones varios.
¿Sabéis lo que les digo? Les digo la famosa frase de mi admirado Fernando Fernán Gómez, harto ya de tanta hipocresía y en pleno ataque de incontinencia mental: ¡A la mierda, váyase usted a la mierda!
Javier Auserd.
Muy bueno el decálogo, y sí, así suele ser.
ResponderEliminarJajajajaja, no me mandarás a la mierda a mi también, eh?.
Un beso muy grande.
Un beso. Creo que había respondido...
ResponderEliminarUn beso.
Disculpa, Sak, por alguna razón extraña se cambió la configuración y no salían los comentarios, creo que está resuelto.
ResponderEliminarNo, no. A ti jamás te mandaría a ese sitio tan desagradable, sólo les mando ahí a los "tiburones", que bastante tenemos ya los demás.
Besos.