jueves, 17 de marzo de 2011

Por Norma.

Me había dicho Norma la tarde anterior a su muerte que no fuera con ella a llevar flores a la tumba de su hermano en el Westwood Village Memorial Park, que no merecía la pena porque ya se las arreglaba ella sola, lo cual me extrañó bastante ya que Norma nunca se las arreglaba sola para nada. Pero me encogí de hombros y lo dejé estar, además, me venía bien para la convalecencia. Puse la cafetera para degustar luego uno de los últimos placeres permitidos antes de que me lo quitaran, enredé con el equipo de música nuevo que aún no dominaba, me dejé acariciar por la acogedora luz de finales de marzo después de un chaparrón intempestivo en Los Ángeles, merendé una magdalena y retomé, echado en el sofá, el libro que estaba leyendo. Me arrulló la lejana enésima discusión de los Mendelson (a quienes debo visitar sin falta una noche de estas) y me quedé dormido. Cuando desperté, Norma yacía ya flotando en la bañera. Contemplé perplejo el chapucero y lamentable espectáculo desde la puerta. ¿Quién se me había adelantado así, tan groseramente? entonces recordé una mala película que Norma había visto la tarde anterior en la tele y me indignaron la capacidad de influencia de los guionistas y mi propia imprevisión. ¡Malditos aficionados! ¡¿Es que no ven que deben de dejar estas cosas en manos de profesionales ... por norma?!
© Javier Auserd.

2 comentarios:

  1. Me has emocionado con este tema. Parece ser que andamos enamorados de la misma mujer, una que jamás podremos tener, a no ser que Jobs nos monte un aparato que la revitalice virtualmente.
    ¿Te imaginas ponerte unos cascos, unos sensores y...?
    Pero me temo que yo llegaré tarde para eso.
    Norma... Yo casi prefiero Marilyn

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  2. Hola, Pau, me encanta verte por aquí. Sí, yo también estoy enamorado de Marilyn y de varias mujeres excepcionales más, son y fueron una maravilla. Un fuerte abrazo.

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