viernes, 11 de marzo de 2011

Una sonrisa.

Estos días estás triste, preocupada, furiosa,
no sé bien por qué, aunque imagino
que puede ser por la
avalancha de adversidades ...
y lo peor de todo es que no sé
cómo formar en tu boca
una sonrisa
que alivie las penas.
Vago (divago) por los miles de paseos de los bosques limpios
mientras que tú te afanas en tantas tareas
que te abruman con su inmenso peso
que te impiden esbozar
una sonrisa.
Y mientras sueño despierto para no hundirme
en los abismos cotidianos
y sorteo los terremotos japoneses,
tú lo enfrentas todo
con una expresión triste, que no me gusta nada,
pero no puedo, no sé, no soy capaz
de dibujarte en su lugar
una sonrisa.
Te quiero,
aunque no sirva para nada, te quiero mucho y,
sin embargo,
no consigo, por más payasadas que intente,
colorear en tus labios
una leve sonrisa.
Una sonrisa, por favor,
que ilumine los apagones y las lágrimas.
Una sonrisa, por favor,
que te alivie el cansancio
y te encienda la mirada.
Una sonrisa, señorita, por favor,
para este pobre ... mendigo.
© Javier Auserd.

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