lunes, 27 de junio de 2011

Averno.

7. El paramecio y su quiste (IV. El conducto).
-Sin embargo, mientes. Me has estado mintiendo todo este tiempo, ¿verdad?
-...
-No hace falta que digas nada, o que me 'comuniques' nada, está muy claro. Porque aunque tu labor en la Tierra fuera destrozarnos, había otras presencias benéficas que nos ayudaban. Yo las sentía, contra toda razón, contra toda lógica, contra toda 'matemática' y contra todo pragmatismo. Las sentía y hablaba con ellas. Las llamaba 'Madre'. ¿No es así?
-...
-Ya veo. Bien, adelante.

Dando por terminada la charla, la figura encapuchada se levantó y salió, agachando la cabeza, por la puerta de la mazmorra. Yo estaba perplejo: no podía recordar nada. Tenía la sensación de que aquél ser me acababa de explicar la estructura del Universo Conocido y, sin embargo, yo no era capaz de recordar absolutamente nada. Era absurdo. No tenía ni pies ni cabeza. Alguien (o algo) me había explicado lo que tanto, siempre, había deseado saber: el secreto de la vida, el verdadero sentido de la realidad y mi mente, después de conocerlo, lo había dejado escapar. Era una palabra. ¡No! Era un concepto, o al menos a tal podía reducirse todo, pero ¿cuál? ¿Cuál de ellos, cuál de todos, cuál era? 'Eso' era lo que no podía recordar, aparte de todo lo demás.
Me invadía una sensación de indescriptible impotencia. Como cuando Manolín me quitaba la pelota en el recreo con patada en la espinilla incluida. O como cuando Newton quemó sus papeles y experimentos inútiles en el 88.
Ahora me levanto de la piedra en la celda para ir al encuentro de mi destino y atravieso el puente levadizo. Al menos el paisaje es menos incoherente que el del interior de las células, hay una especie de bruma flotante de tonos rosáceos que lo mismo pueden anunciar el crepúsculo que el amanecer y tampoco tiene la menor importancia. Camino como un sonámbulo hacia algo parecido a un patíbulo. Quizás la explicación del fraile (esa que no recuerdo) haya sido mi último deseo, con truco, claro está. Creo ver las artimañas de Paramecio detrás. ¡No me digas que la Humanidad está en sus 'manos'! ¡Oh, no! 'Decepción' podría ser el concepto resumen. No sé, fue un fogonazo de clarividencia, pero era otro espejismo. ¡O 'Espejismo' era el concepto! No lo sé, no estoy seguro.
Sigo andando por otro puente, este de piedra, y de alguna parte de mi cuerpo se desprende un amuleto en forma de oreja. Me agacho a recogerlo pero me mareo y caigo al suelo por lo que tengo que dejar que el amuleto ruede y se hunda en el abismo. Me levanto y tengo que seguir andando.
Llego al patíbulo sin mi preciado amuleto (señal de que estoy perdido), subo, me ponen una soga al cuello, se acerca un fraile (no sé si el mismo) que pronuncia por lo bajo oraciones ininteligibles, me toca la cabeza y se retira. Estoy listo para el viaje. De pronto, antes de zarpar, una idea descabellada irrumpe en mi cerebro: trato de atravesar la soga y, de alguna manera inexplicable, la atravieso como si estuviera transitando por un tubo muy estrecho entre un calor asfixiante y enloquecedor que me ahoga. En ese momento, un objeto choca contra mi cuerpo: es el amuleto con forma de oreja que se me incrusta en su sitio. Entonces escucho una voz dentro de mi cabeza que grita: '¡No llora, no llora, algo ha salido mal!'.
© Javier Auserd.

No hay comentarios:

Publicar un comentario