martes, 2 de agosto de 2011

Averno.

12. Destino.
Sentado en la sala de espera, moviendo la pierna derecha por un tic que se le había quedado de cuando la mina de estroncio, Peter repasaba mentalmente todas sus experiencias vitales y concluía recordando con cariño y nostalgia a todos sus enemigos. Incluso Paramecio (de quien ahora no estaba seguro de que no se tratara del personaje de alguna película o de una pesadilla) le parecía menos odioso de lo que le había venido considerando. Y los demás tampoco fueron tan malos, sólo cumplían su papel escrito por guionistas locos o, al menos, trastornados, no podían evitar ser malos, no tenían libre albedrío. Y todas las circunstancias adversas habían sido casualidades.
Revivió el instante del muelle de tablas que se hundió en el lago mientras explotaba el Arca de Noé.
Recordó un combate en el desierto del Sáhara en el que Paramecio le apuñaló por la espalda lo que favoreció que un bandido le seccionara el intestino.
Rememoró la picadura de un escorpión y que el escorpión murió por el veneno que Paramecio le había hecho beber minutos antes.
Recitó la oración de Manasés antes de asaltar The African Queen en el Caribe.
Replicó al portero tragaldabas de la Tyrell Corporation.
Evocó la conexión con Radio Exterior del Arca de la Alianza.
Refundó el Aleph.
Repitió la contraseña delante de la Cueva de Alí Babá en las entrañas de Moria.
Recuperó la piedra de bauxita que se le había caído saliendo de las Minas del Rey Salomón en Ucrania.
Resolvió el asesinato de Trotsky.
Recogió el anillo de Jesucristo de una alcantarilla de Jerusalén.
Reconstruyó una copa de cristal de Bohemia del Titánic.
Suspendió en Historia Sagrada persa.
Ascendió al monte Olimpo de 2002 VE68, la luna de Venus.
Modificó la torre de Babel.
Ocultó el algoritmo de Hooke para potenciar el sabor del curry del solomillo con boletus.
Sintió el veneno de una espina de la Rosa de Alejandría.
Cayó al pozo de la tumba de Abrám.
Apostató del Zen marxista leninista de Nietzsche.
Soñó en swahili.
Y despertó en la misma sala de espera donde esperaba su nuevo destino sentado en una silla de estación de autobuses.
De repente oyó por megafonía (¿o sólo lo oía él?) un mensaje: (ding, dong) 'Pasajero con destino oculto diríjase a la puerta de embarque número uno' (ding, dong), 'Repito, puerta número uno' (ding, dong).
Se levantó muy despacio y fue hacia la puerta número uno rezando la oración de Manasés:

1: Oh Señor Todopoderoso,
Dios de nuestros antepasados,
de Abraham y de Isaac y de Jacob
y de sus justos descendientes;
2: Tú, que hiciste el cielo y la tierra
con todo su orden;
3: Quién encadenaste el mar por Tu mandato,
que confinó lo profundo y que sellaste con Tu terrible y glorioso Nombre;
4: en Quién todas las cosas se estremecen,
y tiemblan ante Tu poder,
5: porque Tu esplendor glorioso no se puede aguantar,
y la cólera de Tu amenaza para los pecadores es incalculable;
6: sin embargo, inmensurable e inalcanzable
es Tu misericordia prometida,
7: Tú eres el Señor Altísimo,
de gran compasión, continuo cuidado, y muy misericordioso,
y Tú te aplacas ante el sufrimiento humano.
Oh, Señor, de acuerdo a Tu gran bondad,
Tú has prometido arrepentimiento y perdón
a los que han pecado contra Ti,
y en la multitud de Tus misericordias
Tú has designado el arrepentimiento para los pecadores,
para que puedan ser salvados.
8: Por lo tanto Tú, Oh Señor, Dios de los justos,
no has designado el arrepentimiento para el justo,
porque Abraham, Isaac y Jacob, no pecaron contra Ti,
pero Tú has designado el arrepentimiento para mí, que soy un pecador.
9: Porque los pecados que he cometido son más en número que la arena del mar;
mis transgresiones son multiplicadas, Oh Señor, son multiplicadas!
No soy digno mirar para arriba y ver la inmensidad del cielo
debido a la multitud de mis iniquidades.
10: Me siento pesado, como atado con muchas cadenas de hierro,
y por eso soy rechazado debido a mis pecados,
y no tengo ningún alivio;
porque he provocado Tu cólera
y he hecho lo que es malvado a Tus ojos,
creando abominaciones y multiplicando ofensas.
11: Y ahora doblo la rodilla de mi corazón,
implorando Tu amabilidad.
12: He pecado, Señor, he pecado,
y reconozco mis transgresiones
13: Honestamente Te imploro,
perdóname, Oh Señor, perdóname!
No me destruyas por mis transgresiones!
No estés enojado conmigo para siempre, o me guardes rencor;
no me condenes a las profundidades de la Tierra.
Porque Tú, Oh Señor, eres el Dios de los que se arrepienten.
14: Y en mí Tú manifestarás Tu bondad;
porque, indigno aun como yo soy, Tú me salvarás de acuerdo a Tu gran misericordia
15: y yo Te alabaré continuamente todos los días de mi vida
Porque toda la multitud del cielo canta Tu alabanza
y Tuya es la gloria para siempre. Amén.

Ya se figuraba a dónde iba. Iría a Aleph.
© Javier Auserd.

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