jueves, 6 de octubre de 2011

Terrorismo económico.

La 'antiestética' vieja guerra de Viet-Nam
Que los mercados estén compuestos por pequeños inversores de Australia, Singapur, Villarriba o Wisconsin, como dicen los bien pagados tertulianos voceros del Gran Capital, me lo creo. Pero ese no es el tema ni el problema. El tema y el problema es quién les dirige, cómo y hacia dónde en esta guerra sucio-económica contra los estados democráticos y las reglas del juego que la burguesía impuso desde la Revolución Francesa y la Guerra de Independencia Estadounidense. Las grandes Corporaciones multinacionales y los tiburones especuladores a su sueldo tienen núcleos de poder muy reducidos que, mediante un sistema técnicamente fascista y plutocrático, toman las decisiones ofensivas oportunas y luego, mediante la conveniente manipulación, las validan ante sus accionistas y listo el bote.
Entretanto el Estado social y democrático de Derecho (¡el gran espejismo!) va perdiendo el poder y la capacidad de protección de su población civil soberana (¡?), funciones para las que fue elegido en las urnas por ésta. Ya no son necesarios los molestos y poco presentables golpes militares. Ahora se va despojando al Estado de todo su contenido con golpes de terrorismo económico de una gran y demoledora efectividad.
Y esto no es más que la aplicación práctica del ultraneoliberalismo actual: la imparable desaparición del Estado protector por el Consejo Supremo de Administración saqueador y esclavista. Esto es lo que estamos viviendo y padeciendo ahora mismo. En esto consiste, en esencia y en resumen la llamada 'crisis' que nos golpea y que nos llevará a un retroceso de derechos y prestaciones de servicios, en todos los ordenes y aspectos de la vida cotidiana, sin precedentes en la Historia de la Humanidad y que antes sólo producían las grandes Guerras, ni siquiera las grandes catástrofes naturales. Y todo, sin que el Estado se defienda lo más mínimo, porque el Estado está infiltrado por los quintacolumnistas agentes ultraneoliberales (algunos de los cuales ni saben que lo son) para vaciarle de contenido y de capacidad de autodefensa. Y también están infiltradas todas las instituciones, los partidos y los medios de comunicación (que no olvidemos que son empresas). En esta inmensa ceremonia de la confusión lo único importante para ellos es desviar nuestra atención con maniobras de distracción que nos mantengan lo suficientemente ocupados para que cuando nos queramos dar cuenta de lo sucedido ya no tengamos forma de enfrentarnos a ello adecuadamente porque los pilares del progreso ciudadano habrán sido completamente dinamitados.
El mundo está cambiando (hacia atrás) a una velocidad vertiginosa porque estamos inmersos en una gran Guerra de características no bélicas desde el punto de vista militar, pero de consecuencias igualmente pavorosas. Ni siquiera los pequeños movimientos espontáneos de masas (que sólo ponen cierto colorido multiétnico en medio del bombardeo) serán capaces de influir en esta contienda atroz entre comercio (de todo tipo, narcotráfico incluido) y ciudadanía. Es más, se da la 'graciosa' y monstruosa paradoja de que muchos 'pequeños inversores' son técnicamente víctimas y verdugos al mismo tiempo de esta guerra encubierta cuya sangre es el paro, la miseria y el goteo incesante y camuflado de muertes que eso va y seguirá produciendo.
Tan solo ciertos grupos aislados de ciberhacktivistas llevan años denunciando esto en la Red, pero me temo que su influencia en conjunto resulta casi nula.
Yo no veo ninguna esperanza. Lo siento.
Javier Auserd.

2 comentarios:

  1. No sabes cómo te entiendo, socio.
    Bueno, sí lo sabes, claro que lo sabes.
    Estamos asistiendo a un derrumbe.

    Un abrazo.

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  2. Ya lo sé, BlasD. Y me acuerdo de ti cuando escribo estas cosas porque sé que tu me comprendes. De verdad que lo que más siento es haber perdido al final la esperanza como perdí la fe, como perdí la caridad sobre la capacidad humana de vencer al Mal (Viva el Capital). Me temo que nos engullirá 'el lado oscuro' y nos pondrá a cada uno en el sitio que, creen, nos corresponde a la plebe rebelde: en la cuneta. Un fuerte abrazo.

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