jueves, 3 de noviembre de 2011

Averno.


CAPÍTULO Dos
No me digas
18. Piratas.
Yo, ho, haul together,
hoist the colors high.
Heave ho,
thieves and beggars,
never shall we die.
The king and his men
stole the queen from her bed
and bound her in her Bones.
The seas be ours
and by the powers
where we will we'll roam.
Yo, ho, haul together,
hoist the colors high.
Heave ho, thieves and beggars,
never shall we die.
Some men have died
and some are alive
and others sail on the sea
– with the keys to the cage...
and the Devil to pay
we lay to Fiddler's Green!
The bell has been raised
from it's watery grave...
Do you hear it's sepulchral tone?
We are a call to all,
pay head the squall
and turn your sail toward home!
Yo, ho, haul together,
hoist the colors high.
Heave ho, thieves and beggars,
never shall we die.
Uno.
—Tengo que estar en Toledo esta noche y en Cádiz en una semana. Prepárame más caballos.
—Bueno, hombre, bueno, pero siéntate y toma algo, ya he dado las ordenes.
—Está bien, pero sólo puedo estar muy poco tiempo.
—Ya lo sé, Guillermo, pero tienes que llevarte una carta.
—¿Para quién?
—Para Daniel.
—Está bien, daos prisa.
—Come algo y cámbiate de botas y capa.
—Aquí está lo que pidió, señor.
—Déjelo en la mesa y retírese.
—Sí, señor.
—El viento arrecia.
—No creo que llegue a temporal.
—Puedes salir por este Arco.
—No. Prefiero salir a pie por Malaventura y montar en el camino. Hmm ... está bueno este jamón. Que se lo pongan a los hombres.
—Sí, es el del año pasado. Ha salido muy bueno. Los hombres ya están cenando en el refectorio, no te preocupes.
—Son muy buenos. Sin ellos no habría podido hacer nada.
—Lo sé, Guillermo, lo sé. Son de lo mejor que tenemos.
—Y ¿qué hay de lo de Gaspar?
—Mal. Nos tememos el desenlace en horas o, a lo sumo, en días.
—Hay gente a la que parece que paguen por hacer el mal.
—¡Me asombras, Guillermo!, ¡bien sabes de qué modos y artificios se sirve el Maligno!
—Ya. Pero a veces se me confunde la realidad con el deseo.
—¡Nunca bajes la guardia o estaremos perdidos!
—No te preocupes. Fue sólo un instante. Ya pasó. Bien, nos vamos.
—Id con Dios, hermano.
—Y tú, hermano, queda con Él.
Dos.
—En resumidas cuentas, ¿qué pretendes, soldado?
—Liberar a los leprosos.
—¿Con qué orden de la Santa?
—Con esta.
—Está bien. Espera aquí.
—Bien.
—Ya están en el patio. Pon el sello de tu duque aquí.
—Espera. ¡Gonzalo, ¿están todos?! Vale. Pon la cera en el documento. Toma. Con Dios.
—(Malditos herrados).
—¡¿Qué murmuras?!
—Nada, nada ... señor. Todo en orden.
—¡Más te vale, mastuerzo! ¡Y no rechistes más si quieres seguir arrastrándote por este lado de las mazmorras!
—Lo que usted mande, señor, Dios le bendiga.
—¡Habrase visto! Ahora llevo prisa pero ya te dedicaré más tiempo.
Tres.
—Pararemos aquí en este campamento. No digáis que son leprosos. Como les hemos limpiado, estos soldados no notarán nada, sólo son prisioneros.
—¿Mencionamos el Tercio de Galeras, capitán?
—No abiertamente, aunque tampoco lo neguéis. Eso dejádmelo a mí.
—¡Alto, quién va! ¡Santo y seña!
—¡San Anselmo y mangosta parda! ¡Llama a tu sargento, rápido!
—¡¿Qué ocurre?!
—¡No os habéis herniado a correr, a fe mía!
—¡¿Debería haberlo hecho, 'señor'?!
—¡Leed!
—No sé, señor.
—¡¿Cómo?! ¡¿Un sargento de estancia de Su Majestad, no sabe leer?!
—No.
—¡Más alto, no os oigo!
—¡No, señor!
—¿Reconocéis, al menos, este sello?
—Sí, mi señor.
—¡Alzaos, idiota, esto no es un circo! No queremos llamar la atención. Puesto que veo que algo habéis barruntado, dad, de inmediato, las ordenes para alojarnos en un pabellón aparte, enviadnos comida y agua y que nadie nos moleste y poned una guardia alrededor. ¿Habéis entendido?
—Sí, mi señor. Así se hará, mi señor, ahora mismo, mi señor.
—Ve, pues, presto.
—Buenaventura, ve con él y asegúrate que ha entendido.
—A vuestras ordenes.
—Juan, vuélvete a aquel altillo, haz la señal y regresa, tengo que hablar con el fraile esta noche.
—A vuestras ordenes.
Cuatro.
—¿Qué vamos a encontrar en Orán, fray Pedro?
—Piratas.
—Eso ya me imagino, padre, lo que me preocupa es que les apoyen los tuaregs.
—Eso no será problema.
—¿Así lo creéis? ¿Pues cómo?
—Tenemos agentes entre ellos. Esto os servirá. Incluso podréis negociar que os escolten hasta la entrada. Luego será cosa vuestra.
—Magnífico, padre, es una buena noticia desde ... desde hace tiempo.
—Sí, ya me figuro, pero deberíais tener más fe.
—Sin duda, padre, aunque también me vendrían bien más salvoconductos como el que me acabáis de proporcionar.
—No debéis blasfemar, Guillermo, ... mas ... que no se entere nadie, pero os entiendo.
—Lo sé, padre, y os ruego me sepáis perdonar. Son tiempos extraños.
—Y lugares, hijo, y lugares. Bien: In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amén. Id con Dios.
—Amén, padre, y vos quedad con Él.
—Padre, ¿nos veremos allí?
—Es posible, hijo, es posible.
© Javier Auserd.

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