viernes, 14 de abril de 2017

Viejos.

Qué doloroso y qué terrible es ser viejo. Te rompes la cadera, por ejemplo, y te inmovilizas por completo postrado en una cama de hospital hasta que te operan. Lleno de dolores infames e interminables, tienes que hacerte todo encima y esperar a que te toque el turno de que te cambien el pañal. Tienes que comer sin ganas y soportar la vía abierta en el brazo para que por ahí te cuelguen cables y catéteres. Tienes que soportar las medicinas que no puedes tragar y el agua con una pajita aunque las fuerzas no te den para que el líquido entre en la garganta.
Es horrible.
Tenía que haber algún sistema para ahorrarte todos estos inconvenientes, molestias y sinsabores que te ocurren cuando eres viejo, cuando has llegado a los últimos estertores de vida y de deterioro.
Es espantoso. 

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