
Mientras los buenos ciudadanos de la pradera nos dedicamos mansamente (salvo esos indignados, desarrapados antisistema, caóticos, ociosos y proabortistas) a nuestros quehaceres y en el cuerno de África hay otra hambruna en la que mueren niños como moscas, espléndidos vikingos rubios, fuertes y altos (al parecer templarios y masones (¡?!)) preparan nuestra muerte por nuestro bien, para salvarnos del Islam o del malvado y peligroso centro derecha socialdemócrata, plagiando textos y hechos de anarquistas (¡?!) estadounidenses.
Todo está bien. En el cono sur de Europa sigue la fiesta, alegres golfistas hunden países enteros al tiempo que golpean las bolas, graciosos señoritos mediante el alcohol o la cocaína matan peatones o conductores prudentes y siguen los desahucios (que no pueden parar el M15M) de mujeres abandonadas y sus hijos, los bancos delincuentes y los héroes políticos corruptos se van de rositas y los pobres son brutalmente castigados. Todo está bien, como debe ser.
Hay un plan que no se quiere ver, un ascenso cada vez más criminal que se oculta y complace íntimamente a aquellos viejos oligarcas financieros y terratenientes que ven cómo sus nietos se manejan de maravilla en el mundo 3.0 para perpetuar su Obra más allá de la molesta caducidad impuesta por el Fabricante. Hay ensayos, cada vez más intensos y extensos, saltos cualitativos, para ver cómo asimilamos el nuevo Reich y qué reacción (más bien qué ausencia de ella) adoptan los gobiernos burgueses (cristianodemócratas, demoliberales, socialdemócratas, liberalcristianos, neomoderados, etc.) para llevarnos al matadero.
Al fin y al cabo, siempre ha sido así desde las cavernas con mayor o menor sofisticación: se trata de poner a cada uno en su sitio.
Javier Auserd.
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